Melrose Grey
No sé hasta qué punto procede a estas alturas disponerme a relatar las excelencias –o no- de Anatomía de Grey.
Lo cierto es que soy una espectadora vaga y desde siempre me ha fastidiado ver escasos minutos de contenido televisivo, independientemente de su naturaleza, interrumpidos por bloques de anuncios interminables.
Es por esa razón que siempre llego tarde a lo poco interesante que hoy día pueda ofrecerse en televisión. Que insisto, es bien poco.
En este caso no es que el formato no esté inventado, que lo está. Pero por mi parte ha sido un descubrimiento reciente.
Cuando una ya está al corriente con House, Mujeres Desesperadas y Prison Break, ya está dispuesta a todo lo que le echen.
Y así he llegado al final de la segunda temporada justo a tiempo para seguir en cuatroº la relativamente recién estrenada tercera.
Una serie donde la medicina es un mero pretexto circunstancial. Por que tan promiscuo colectivo bien podrían ser encofradores, panaderos o reponedores de Caprabo.
Anatomía de Grey no es más que un culebrón de los de siempre. Aquí no hay casos difíciles ni médicos prodigio al estilo de House.
Los pacientes salvo excepciones, son como de atrezzo y sólo nos muestran muy de soslayo eso tan bonito y moralista del lado humano de la medicina.
No es que Melrose Place, una serie emblemática de en el fondo el mismo estilo, me parezca un producto más honesto por no pretender otra cosa que entretener sin más armas que el dale que te pego unos con otros.
Pero no sé dónde reside el supuesto encanto de los hospitales para estos menesteres, que hace que hasta incluso los más reacios –entre quienes me incluyo, nunca he sido capaz de ver un solo capítulo de Urgencias y para colmo me considero hipocondríaca- caigan una y otra vez.
Marujeo puro y duro, promiscuidad, infidelidades e incluso un brote de sífilis son los puntos fuertes que ofrece esta serie para quienes gustamos de este tipo de carnaza.
No es ninguna novedad, pero tampoco lo es Los Serrano y triunfa con toda esa gente tan fea chillando. Y por que me niego a hablar de MIR, engendro inspirado en Grey pero con actores de Al Salir De Clase y decorados que a uno podrían ubicarle como mínimo y con todos mis respetos, en un hospital de Burundi.
Aquí por lo menos casi todos son guapos e inteligentes.
Por ese motivo no me he inclinado por ilustrar este post con la típica foto coral o a lo sumo, de la protagonista.
La responsabilidad ha recaído en uno de los injustamente secundarios. El doctor Alex Karev, que aunque de entre el reparto de Grey nada tiene que envidiarle al mismo de siempre, mucho me temo que no podrá acomodarse en el lugar preferente de mi lista de chicos del mes. Ese lugar me da a mí que ya está más que ocupado, por lo menos para lo que queda de año.
Es por esa razón que siempre llego tarde a lo poco interesante que hoy día pueda ofrecerse en televisión. Que insisto, es bien poco.
En este caso no es que el formato no esté inventado, que lo está. Pero por mi parte ha sido un descubrimiento reciente.
Cuando una ya está al corriente con House, Mujeres Desesperadas y Prison Break, ya está dispuesta a todo lo que le echen.
Y así he llegado al final de la segunda temporada justo a tiempo para seguir en cuatroº la relativamente recién estrenada tercera.
Una serie donde la medicina es un mero pretexto circunstancial. Por que tan promiscuo colectivo bien podrían ser encofradores, panaderos o reponedores de Caprabo.
Anatomía de Grey no es más que un culebrón de los de siempre. Aquí no hay casos difíciles ni médicos prodigio al estilo de House.
Los pacientes salvo excepciones, son como de atrezzo y sólo nos muestran muy de soslayo eso tan bonito y moralista del lado humano de la medicina.
No es que Melrose Place, una serie emblemática de en el fondo el mismo estilo, me parezca un producto más honesto por no pretender otra cosa que entretener sin más armas que el dale que te pego unos con otros.
Pero no sé dónde reside el supuesto encanto de los hospitales para estos menesteres, que hace que hasta incluso los más reacios –entre quienes me incluyo, nunca he sido capaz de ver un solo capítulo de Urgencias y para colmo me considero hipocondríaca- caigan una y otra vez.
Marujeo puro y duro, promiscuidad, infidelidades e incluso un brote de sífilis son los puntos fuertes que ofrece esta serie para quienes gustamos de este tipo de carnaza.
No es ninguna novedad, pero tampoco lo es Los Serrano y triunfa con toda esa gente tan fea chillando. Y por que me niego a hablar de MIR, engendro inspirado en Grey pero con actores de Al Salir De Clase y decorados que a uno podrían ubicarle como mínimo y con todos mis respetos, en un hospital de Burundi.
Aquí por lo menos casi todos son guapos e inteligentes.
Por ese motivo no me he inclinado por ilustrar este post con la típica foto coral o a lo sumo, de la protagonista.
La responsabilidad ha recaído en uno de los injustamente secundarios. El doctor Alex Karev, que aunque de entre el reparto de Grey nada tiene que envidiarle al mismo de siempre, mucho me temo que no podrá acomodarse en el lugar preferente de mi lista de chicos del mes. Ese lugar me da a mí que ya está más que ocupado, por lo menos para lo que queda de año.
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