Miranda!, La Terremoto de Alcorcón y Alaska y Señora: Criticar por Criticar

Pocos minutos pasaban de las nueve en punto de la noche cuando Mario Vaquerizo –aka Nancy Anoréxica- y sus Nancys Rubias hacían aparición en el escenario de la carpa Movistar. Nefasto recinto para hacer conciertos, dicho sea de paso.
Bien por su muy deficiente acústica, o bien por las goteras producto de la condensación del calor humano en el material plástico que la configura, la carpa tiene un suspenso más que merecido. Pero eso no es todo, no.
No es todo por que para colmo de males está prohibido fumar y lo peor de todo, ¡huele mal!.
Y no de forma puntual o a ráfagas, ya que el hedor a alcantarilla fue insoportable antes, durante y después del evento.
Pues eso mismo, con peste a alcantarilla y un sonido desastroso, las Nancys irrumpieron en el escenario con sus tacones de aguja.

Y quiero que por favor alguien me diga cómo consigue este hombre saltar sobre esos tacones sin poner en peligro su integridad física.

Yo no puedo, lo aseguro. Es más, ni me atrevo a intentarlo.
Su repertorio no es que lo conozca, y su trayectoria no es que me interese más allá de mis cada vez menos frecuentes arrebatos de temeridad musical.
Una suerte de Sigue Sigue Sputnik a lo cañí con alta concentración de petardeo y guiños clamorosos a Boney M, al 'Nancy Boy' de Placebo y alguna percusión pregrabada a lo 'Blue Monday'.

¿En media hora, quién da más?. No hay quien discuta que presencia escénica, a su manera, las tienen y de sobra.

No se puede decir lo mismo sin embargo de los argentinos Miranda!, de cuyas letras nos enteramos gracias a la muchedumbre que las coreaba. Así de pobre era la capacidad vocal del cantante.
Aparecieron con un outfit entre Rammstein y las burbujas Rondel Verde. Y no me quedaría corta diciendo que son un claro ejemplo de que hoy en día no hace falta ni voz ni cualquier otra aptitud en particular para entusiasmar al público.
Por lo menos, eso es lo que en ese momento rondaba por mi cabeza. Y para según que cosas ya se sabe, la primera impresión es la que cuenta.
La que me dieron a mí fue la de unos Blas y Las Astrales con pretensiones y ego. Con eso ya lo he dicho todo.
Desastroso, desde mi humilde punto de vista.
Prosiguieron Fangoria con un vistoso espectáculo dividido en dos partes: Look total blanco y look total negro.
Dos drag queens acompañaron a la diva con sus coreografías durante casi toda la actuación, en la que ofrecieron mayoritariamente temas de su último trabajo que una vez más quedaron deslucidos por la mala calidad del sonido.
Una lástima, porque esta mujer tablas y carisma tiene y para rato. Tal vez es una señal para que no deba perdérmelos en otra ocasión y en otra sala en la que sí pueda disfrutar de su directo. Quién sabe.

Pero los veintidós euros que costaba la entrada aún cundieron un poco más, ya que como plato fuerte apareció en el escenario la verdadera estrella de la noche.
Tan rotunda, categórica y esperpéntica como acostumbra, La Terremoto de Alcorcón contó con el apoyo de un público que desde ya mismo reclamamos para ella el status de musa de la periferia y sacerdotisa del glamour de extrarradio. Eso como mínimo.
Nunca me he caracterizado por ser iconoclasta, pero hay que poner las cosas en el lugar que merecen.
Y la inteligente sátira y ridiculización con mensaje que esta mujer lleva continuamente a cabo tiene su mérito.
Más todavía cuando es capaz de sacar provecho de su propio histrionismo a favor del personaje y todos tan contentos.
Consiguió que el escenario pareciera un escaparate de Bershka en su momentazo 'Terremoto and friends'.
Acompañada del resto del cartel –a quien tuvo la desfachatez de referirse como a 'sus teloneros'- y jaleada por el público hizo suyo un breve espectáculo en el que tuvo el valor de interpretar en versión karaoke y si mucho nos apuramos, en playback sus conocidas y particulares recreaciones de temas pop actuales.
Ríanse ustedes de Camela, he aquí una freak hecha a sí misma, y a mucha honra.