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Ya de por sí considero preocupante el hecho de tener la necesidad imperiosa de seguir House casi a tiempo real, con subtítulos o sin ellos.
Pero lo que considero puro frikismo es ya, sin tener puñetera idea de medicina, diagnosticar al paciente de esta semana antes incluso que tan denteroso médico.
Le doy vueltas y más vueltas porque no quiero aceptarlo y me excuso en que no hace mucho -¿Será verdad que la casualidad no existe?- leí en el periódico acerca de un caso semejante.
La explicación que más me consuela y menos me asusta es que los guiones ya empezarán a estar trillados cuando alguien tan profano como yo es capaz de descubrir a mitad de capítulo qué le ocurre al enfermo de turno.
Pero por otra parte no quiero que eso suceda porque tampoco quiero que la serie deje de gustarme...

Vamos, que esa putada a mí no se me hace después de dos temporadas del tirón y con ciertas expectativas en esta tercera recién estrenada.
Veremos. Aunque siempre me quedará Mujeres Desesperadas, que ahí sí que sabes a lo que vas.

Aunque de momento, entre este conflicto y tanta lluvia ya no me quedan ni ganas de cubrir el natalicio de Sutton Pierce Federline, ese niño con nombre así como de hotel, que incluso siendo nonato tuvo ya protagonismo en este humilde weblog.

Con la de juego que daría ahora mismo, pero sinceramente no me apetece lo más mínimo.

Por mucho que haya nacido en el mismísimo Cedars-Sinai, allí donde resetearon a Dave Gahan cuando se estaba quitando de la heroína.

Total, siempre seguirá habiendo cosas peores de qué hablar, como por ejemplo Gran Hermano 8. Y yo paso total.