miércoles, noviembre 16, 2005

Don't look back in anger

Vaya por adelantado, tras la escucha de este disco podría decirse que he visto cosas que jamás creería. Parece increíble pero "Confessions on a dance floor" me ha gustado.
Hacía eones que un disco de esta mega-arpía de la que fui fan y ocasional imitadora en mi pueril intimidad no suscitaba en mí el más mínimo interés. Y a buen seguro que si hace cinco años alguien llega a decirme que acabaría aquí ponderando las virtudes del disco conceptual retro-seventies de Madonna, mínimo se me hubieran inyectado los ojos en sangre y cólera.
Sí, es un disco conceptual y puede afirmarse de forma categórica ya que sus temas se presentan enlazados entre sí como si de una sesión disco se tratara.
Como carta de presentación "Hang up" me animó a caer en el error de que samplear a Abba era el principio del fin. Tras un par de escuchas, "Sorry" me sorprendió, y no de forma negativa a propósito de su descarado guiño al "Can you feel it?" de los Jackson Five.
Fue su estribillo, y ya es mucho a favor teniendo en cuenta que la predisposición por mi parte no era del todo idónea.
“Future Lovers”, sin embargo, cae como un jarro de agua fría. Tal vez porque “Ray of Light” nunca fue para mí de lo más encomiable de la diva, y si lo mezclamos con los trillados ritmos high-energy al más puro estilo Moroder, la cosa estaba destinada a no gustarme nada.
Casi sin dejarnos respirar, “I Love New York” nos ofrece como punto de partida unos redobles clónicos a los del “Paninaro” de Pet Shop Boys. Qué gran contradicción ésta, de tantas sutilezas y tan evidentes.
¿Es posible que “Forbbiden Love” pueda recordarme a Visage y, más en concreto, a “Kathy’s song” de Apoptygma Berzerk?
Me da por pensar que tal hecho puede obedecer a dos razones: Que esta señora a su edad y con lo que ha sido, quiera parecerse a Kelly Osbourne (poco probable) o que yo últimamente estoy escuchando tantas cosas y tan inconexas entre sí, que acaban por distorsionar mi percepción y criterio.
Descartemos el hecho de que a estas alturas, la muy material girl (ya no tan “girl”, por cierto) se haya dado a escuchar electrodark, future pop y demás. Sólo imaginarlo me cuesta trabajo.
Casi tanto como el que imagino se ha destinado a la producción de esta nueva entrega de eminente carácter electrónico, repleta de loops, efectos y un sinfín de filtros vocales que en ocasiones restan talante y protagonísmo a la interpretación. Algo que considero primordial dándose el caso que nos ocupa de superstar ídola de masas.
Y como no hay disco de Madonna sin polémica, en esta ocasión no podría ser menos y esta buena mujer la manifiesta en el décimo corte del CD invocando a Isaac Luria, gran maestro de la Kabbalah.
Y es que parece ser que Esther tras abrazar la fe judeo esotérica y usurpar mi nombre de pila, también ha conseguido enfadar a los rabinos de Safed por haberle dedicado una canción al creador de tan controvertido dogma. Qué se le va a hacer…