viernes, agosto 12, 2005

Uno, dos, tres, ochenta mil

Exceso sería la palabra con la que mejor se podría describir mi percepción de lo que fue el concierto de U2 en el Camp Nou.
Muy a mi pesar no estuvieron Franz Ferdinand, les telonean en otros puntos de la gira pero el pasado domingo lo hicieron Keane. Los chicos sin guitarra abrieron el evento dignamente, sin el artificio y la ampulosidad que llegaría una hora después. Aparecieron con el mismo fondo de armario que lucen normalmente, tan austero y británico como inapropiado para estos calores. Estilismos aparte, su directo es bueno y refleja bastante bien su original propuesta de grupo con pianito. Habrá que seguir la trayectoria y evoluciones escénicas del chico rosa y sus dos jóvenes y acústicos amigos.
Entonces, sin mucha demora y cual aparición de deidad pagana llego Bono, un ser ínfimo en tamaño y grande en ego. Como era de esperar dados los antecedentes de la gira, cantaron "Vertigo" al principio y al final. El set list fue irreprochable tanto en elección como en la calidad del sonido y la interpretación, pero siendo quienes son, como que ya sabes a lo que vas, y lo raro sería que no estuvieran a la altura. Por eso mismo considero que reparar en el repertorio es anecdótico ya que lo que se vende es el mastodóntico espectáculo en sí, no las canciones.
Para muchos daría igual que salieran al escenario para sentarse en un sofá, porque seguirían pagando por ello. Así de frívola y liviana es la mitomanía. Da esa impresión, la impresión de a estas alturas ellos mismos están muy por encima de sus propias canciones, y eso da rabia, mucha rabia. Rabia por los brotes histriónicos de Bono revolcándose por los suelos y por la vanidad que destila su exigua persona.
El contrapunto estuvo, una vez más, en mi idolatrado The Edge, ejerciendo de hombre zen y resignándose a aceptar todavía que realmente es calvo. Se les notan los años y me sorprendió ver que Adam Clayton por fin prefiere peinar canas deliberadamente a esos horrendos teñidos a los que nos tenía acostumbrados a lo largo de los noventa.
Volviendo a los derroteros meramente musicales, un tanto a favor fue que, osados ellos, tocaron “Miss Sarajevo” y en la parte en la que en la grabación original canta Pavarotti, Bono ganó más por voluntad que por virtuosismo vocal. Vamos, que dicho de otra manera, poco faltó para que se descoyuntara intentando emular al orondo divo del bel canto.
Con haber hecho el "espagat" ya hubiera bastado, pero decidieron orientar la parte lúdica del evento felicitando al omnipresente The Edge por sus 44 años y haciendo especial hincapié en que de un tiempo a esta parte viene celebrando esa feeeecha taaan señaladaaaa en Barcelona.
Mención aparte, como grupo con trasfondo (no, Rage Against The Machine no era un grupo que hacía mítings sino un partido político que hacía conciertos) soltaron varias peroratas para concienciar a la concurrencia acerca de la coexistencia de las diversas religiones del mundo.
Se proyectó así mismo una especie de animación con las caras de Bush, Blair, Putin y Chicac mutándose con el monigote de Zooropa, The Edge se puso la camiseta de Ronaldinho, hablaron bastante en catalán y se deshicieron en todo tipo de parabienes con respecto a nuestra maravillosa a la par que vanguardista ciudad.
Cabe destacar también que el público apreció sobremanera el momento en el que en el monumental enjambre de leds, que hacía las veces de pantalla abarcando la totalidad del escenario, apareció la Declaración Universal de los Derechos Humanos en catalán.
Tras semejante enjabonamiento, seguramente consideraron que el personal estaría blando y preparado para gastarse los dineros vía sms. Con lo cual, invitaron a los allí presentes a que mandásemos uno con la palabra AFRICA seguido de nombre y apellidos.
Al final del espectaculo se vieron muchos nombres desfilando por la pantalla, cosa que seguramente conmovería a más de un fan radical inmerso en semejante orgía de watios. Esto es saber cepillar al público y lo demás son tonterías. Y es que te incordian con esperas interminables y te sacan los cuartos pero lo hacen con estilo, nada más faltaría.
Hasta aquí la crónica del concierto del año (o no). Esperemos que la próxima vez la histeria no se desate de una forma tan prematura como en esta ocasión y como mínimo nos toque entrada de asiento.